En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
jueves, 3 de abril de 2008
Uno de mis tíos abuelos fue músico, emigró fuera de España y murió muy joven, pero no sin haber compuesto cierto número de hermosas piezas musicales, que ahora en gran parte se han recuperado y editado. Hay, entre sus obras, una que llamó “mazurca triste”, que me ja inspirado un poema a que llamo yo melancolía. Se lo he dedicado y, aprovechando las posibilidades del ordenador, superpuse la letra del poema a la música de la mazurca. Me ha resultado, no sé si bueno o malo, desde la perspectiva artística del asunto, pero, para mí, una experiencia conmovedora, que mi tío abuelo y yo, el desde su tiempo y yo ahora en el mío, hayamos conjugado nuestros sentimientos y entablado un diálogo insospechable en el que le digo que comprendo la saudade de esta pieza musical suya, y, a la vez, la esperanzada brillantez que contiene, porque, al escribirla, es evidente que recuerda lo que perdió, pero lo que halló en su nueva tierra y su familia recién creada, le ha abierto a su juventud un cauce de ilusionada esperanza. Le dediqué el poema, le digo al hacerlo, porque supo decir con la música muchas de esas cosas que no se pueden decir con palabras.
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