viernes, 18 de abril de 2008

-¿Y usted?
-Nada. No quiero nada.
-¿Entonces …?
-Entré para escuchar tu voz. Que digas
cualquier cosa, el tiempo que hará mañana,
el precio del petróleo, lo que cuestan
las bagatelas del escaparate. No me importa
nada más que tu voz,
que vi, al pasar, tu sonrisa y me dije:
su voz
ha de ser la que esperaba.
¿Y es?
-No lo sé, no me atrevo a escuchar.

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