En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
lunes, 14 de abril de 2008
La arquitectura de palabras. De pequeño, recuerdo haber tenido uno de esos juegos que tuvieron todos los niños, de piezas de madera de diferentes formas, colores y tamaños, con los que podía construir frágiles estructuras. Mucho más tarde, tuve inolvidables amigos arquitectos, que jugaban con las piedras, los muros y los espacios. Alguno incluso pienso que escribía poemas de piedra, aire y luz. Otra cosa es la arquitectura de las palabras. Dice uno y dice, sin cesar, hasta construir un bosque, un paisaje de palabras. Creo que hay quien dice que todo está hecho de palabras que fingen estructuras y que tenía razón la vieja escritora, lagarta ella, cuando se preguntaba si había alguna seguridad de que las cosas permanecerían en cuanto nos diésemos la vuelta o nos apartáramos de ellas y dejásemos de mirarlas. Las palabras añaden, o rebajan, dimensión a las cosas y a los conceptos. Casi todo, bien descrito, excede a la realidad. Por eso las decepción de muchos cuando conocen algo que alguien les había descrito como apasionante.
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