martes, 29 de abril de 2008

Sigue siendo importante saber contar una historia. Bien contados, los cuentos tradicionales o los de propia invención, deslumbran a los niños y da miedo contárselos porque se les podría empañar, se les ve en los ojos, el alma. En cambio, estos profesionales del mercado forzado, la manipulación y una y otra vez la misma tediosa incapacidad, disfrazada de ingeniosidades yuxtapuestas. Comprendo que debe ser difícil escribir una novela, crear primero a los personajes y luego aprender a respetarlos y que se te impongan, como discípulos aventajados a quienes hay veces que sorprender pensando cosas que no se te habían ocurrido ni a ti, pero, si no puedes, no escribas. Y sin embargo lo entiendo, comprendo la tentación de ver cómo los personajes empiezan por discrepar de lo que pensabas y acaban enriqueciéndote con lo que nada más nacer ya están discurriendo por su cuenta. Lo que abomino es lo artificial. Que el autor se limite a ponerse distintos disfraces y se dedique a repetirse y yuxtaponerse a sí mismo. Me parece un timo, por buen escribidor que sea.

No hay comentarios: