martes, 22 de abril de 2008

Me niego rotundamente a ser escéptico. La confianza en la capacidad de la especie incluso para sobrevivirse, me constituye en soldado del ejército de la esperanza. Curioso ejército, éste de que formo parte, sin armas convencionales para aniquilar a ningún malo, a ningún adversario, a ningún enemigo. Ni siquiera a los indiferentes, que son los que nos ignoran y desprecian, y así nos hacen el mayor daño de considerarnos, a los esperanzados, transparentes y hasta no sé si inexistentes, tal vez virtuales. Un ejército, ahora que las palabras pierden tantas veces su sentido, usadas por malabaristas sociopolíticos a que no basta con decir mentiras como otros de antes, sino que al decirlas aseguran que no las dicen porque las palabras que las contienen significan concepto diferente del que nos revelaba antes el diccionario, un ejército, digo, que no está hecho para librar cruentas batallas, sino la batalla dialéctica de la ilusión de convivir con los demás sin exigirles ni siquiera que cambien, sino sólo que nos respeten como nos comprometemos a respetarlos a ellos.

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