En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
lunes, 28 de abril de 2008
No se si alguna vez habrás echado cuenta de la cantidad de gente que ha sido imprescindible para que estemos aquí en este momento los vivos, eslabones de esa cadena, miembros de esta especie aposentada en este pedrusco atrapado por la legislación rectora del Universo para que se mueva justo lo bastante para que hayamos sobrevivido enfrascados en tantas cosas como nos ofuscan. Dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos y a partir de ahí se va disparando de tal modo el numero de cómplices que allá por el año mil ya serán como medio millón, entre hombres y mujeres, los complicados en la confección de nuestro árbol genealógico y la elaboración de nuestro código genético. Que se van cerrando hasta concretarnos, pero a la vez se abren en la multitud de colaterales con que tendremos digo yo que ver, sin saberlo siquiera, por lo menos por coincidencia de eslabones de la cadena, gotas, genes o fracción, ya que al parecer todo es divisible, hasta la última partícula que algún sabio investigador es capaz de advertir, pero nadie creo que se atreva a asegurar que no podría dividirse de nuevo, puesto que todavía es materia y donde hay materia cabe división, por lo menos teórica, pese a que no dispongamos de medios ni para ver más allá ni para cortar de nuevo.
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