No comprendo por qué, pero son distintas
las apresuradas, alegres, locas campanadas
con que el reloj de la abuela marca las doce del mediodía
de las solemnes,
ominosas, lentas campanadas
con que el mismo carillón informa de que son las doce
pero de medianoche.
Durante el día,
las campanadas son como pájaros silvestres,
de alegres colores
que juegan con la luz. De noche
son silenciosos pajarracos indescriptibles
que vuelan dentro de lo oscuro
moviendo con lentitud unas inmensas alas
hechas de miedo a lo desconocido.
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