Tuvo la inmensa suerte de morir,
y por eso
fue ya para siempre joven,
en todos los recuerdos que lo amaron,
algunos sin conocerlo.
Dio prefiere, decía la abuela, a los que llama,
con prisa,
sin saber
de qué color habría sido su última tristeza,
que él cantó,
adelantó,
como si hubiera estado soñándola
con amoroso deleite, en su piano,
cualquier noche, robándole
a la noche misterios
de los muchos que lleva
en su preñez oscura,
hermana, dicen, de la muerte que augura
en la tentadora soledad de cada sueño.
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