domingo, 20 de abril de 2008

No es lícito que usted diga y se queje o excuse que algo o alguien arruinó su adolescencia o su juventud. Todos las gastamos, cada cual como puede, según sus características personales y lo que pasa en su entorno, la famosa circunstancia de Ortega. Como en un proceso jurídico, la vida ha de quemarse en etapas preclusivas, sin segundas oportunidades y a veces hasta sin tiempo para rectificar, que cada cual tiene el suyo y muchos uno escaso en que comprimen su existencia de este lado del espejo. Somos, cuando llega el final, lo que hemos sido, con sabe Dios qué consecuencias, habida cuenta de la desigualdad de oportunidades que la vida misma supone para cada cual y las distintas posibilidades que tenemos de afrontarlas, según las ventanas de nuestra personalidad a que seamos capaces de asomarnos. Pero esto es lo que somos, completado por lo que nos quede, poso o mucho, que a lo mejor, en un último tramo, condensada en un último acto la mezcla de sabiduría y experiencia de que dispondremos con el escepticismo y la esperanza que es tan bella por escasa que haya quedado tras de haberse encogido como la piel de zapa, podríamos, quién sabe si exhalar un hermoso canto de cisne, aunque no fuese más que como despedida de este paisaje de que disfrutábamos.

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