En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
lunes, 14 de abril de 2008
Decido, en cónclave conmigo mismo, leer, a la vez y como contrapunto de la biografía de Fernando Valdés Salas y el viaje asombroso de Pomponio Flato, de Mendoza, La sombra del viento, que tanta fama tiene que me pone la mosca detrás de la oreja que se me viene siempre, con la publicidad, en cuanto me hablan de los más vendidos o de que hay en circulación otro supuesto best seller, que traduzco al romance como éxito de ventas. Los “éxitos de ventas” se producen a veces sin más motivo que la publicidad que los precede, en vez de seguirlos el boca a boca de un comentario generalizado. Muchos años de lector me recomiendan prudencia ante los elogios previos y ante los de los críticos tan aureolados que la almendra de la fama que rodea su personalidad no les deja ver las cosas como son y tienen establecidas unas reglas críticas para esotéricos miembros de un club, una asociación, a que asignan privilegios de último conocimiento secreto, indispensables para apreciar la misteriosa estética de algunas construcciones literarias más allá del simple ejercicio de humildad que supongo debe ser para un escritor poner de manifiesto los frutos simples y sencillos de su imaginación, sin más pretensión que la de comunicar sus interpretaciones de la vida o sus sentimientos o el modo de que él ve alguna o algunas de las cosas que pasan o que imagina que podrían pasar. No le daré más vueltas, de la sombría estela de don Fernando al hilarante comportamiento del pobre Pomponio Flato, pasando por la intrigante averiguación de los méritos de esa sombra del viento que he leído en alguna parte que en el futuro será la primera esquina nada menos que de una tetralogía cuya segunda parte se anuncia para el jueves que viene. Si me acuerdo, os seguiré contando. ¿A quién? ¿Lee alguien lo que escribo? ¿Estoy solo? Da igual. Escribiré para releerme, pasado cierto tiempo y tratar así de entenderme. A veces lo hice con viejos cuadernos y creo que resulta, o a fuer de sincero, proporciona cierta luz, que podría ser el límite de lo imposible que resulta a una persona conocerse a sí misma. -
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