viernes, 25 de abril de 2008

Había, en el mercado,
un viejecito que no tenía nada que vender.
Deme –le dije, por probar a ver si …-
deme un kilo de tiempo. Hurgó en su zurrón
y me dio una piedra verde,
sin libro de instrucciones.
Me volví a preguntarle, pero había
desaparecido
como si el mercado lo hubiera olvidado de repente.
Ahora no sé qué hacer,
cómo usar
mi tiempo nuevo,
recién comprado
ni saber qué puede ocurrirme si lo pierdo.

No hay comentarios: