martes, 1 de abril de 2008

Ha sido otra obsesión humana la de viajar en el tiempo, y tal vez el concepto del cielo sea estar de nuevo en todos los tiempos, es decir en el único instante que los abarca y es la eternidad, que , así, resucitar sería volver al lugar de procedencia de lo que llamamos vida, donde estaría aquélla de que participamos todos, este misterioso don, intangible, que se incluye en el cuerpo antes de nacer y se separa, cuando en el cuerpo se agota la posibilidad de estar, igual que sale el agua, con un último gorgoteo, también, de su recipiente, por el desagüe, lo mismo que con un primer vagido se manifestó al nacer. Descubrir, recorrer, apoderarse de un territorio, construir en él, gobernar una familia, una tribu, la comunidad. Hundirse en la mar, volar, trepar a las estrellas. La voracidad humana no se detiene sino ante lo imposible: recorrer el tiempo, río arriba o abajo, pisar una estrella, respirar sin aire. Es posible que seamos como somos, limitados, para que no podamos ir más allá de donde nos concierne hoy, ahora, en cada rincón, plúteo, momento del tiempo, uno, en realidad y siempre éste, para que el sueño nos pinta lo que en seguida pasaremos a recordar.

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