En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
jueves, 6 de septiembre de 2007
Cada día mueren infinidad de humanos por el mundo, pero hoy nos cuentan que también ha cumplido con ese trámite Luciano Pavarotti, cuya profesión era cantar. Alguien tiene ya dicho que la voz es el mejor instrumento musical conocido. Bueno, pues o se ha muerto o se apagó una voz que ya nos habíamos acostumbrado a ver anunciada en común con la de los otros dos tenores que solían acompañarle en sus actuaciones, siempre pañuelo en mano, que yo comprendo porque también suelo sudar al menor esfuerzo. Cosa de gordos, supongo. Ahora las personas y las voces, cuanto más famosas, suelen dejar más huellas en discos y películas y desde que se inventó la cámara de vídeo domestica, por los rincones de las casas yacen viejas películas donde está la familia completa, como si la vieja Dama del Alba no se hubiera ido llevando a tantos y tan queridos, a los que casi siempre recordamos después algo que nos hubiese gustado decirles antes de que se fuesen. Supongo que de algún modo nos escuchan y que la palabra, aún callada en su día, no se perderá del todo y por lo menos escucharán su intención desde lo más hondo de nuestro recuerdo. -
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