En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
lunes, 17 de septiembre de 2007
Los habituales del insomnio desconocen esta inquietud con que se afronta el infrecuente, que cierro los ojos y no entiendo qué puede estar pasando para que los dedos de la luna hayan fracasado hoy al tratar de cerrarme los ojos como otros días, sin más explicaciones, de súbito. Estaba pensando no sé qué y, de pronto, soñando, pero hoy no. Hoy, a pesar de que es una noche como las demás, sin la menor explicación, escucho con nitidez y calma cada ruido casi insignificante, ahora, en plena noche, nítido y detallado, pero tampoco así identificable. La oscuridad es un multiplicador de lo posible, que se manifiesta en detalles de cada sonido y de lo imaginable, que se enreda hasta parecer laberíntico y desmesurado. La noche se convierte así en un gato siamés perdido en las sombras, que camina con paso aterciopelado y por eso no sabes cuándo va a rozarte y si lo hace confías en que será una cortina, cualquier hoja de la planta doméstica de interior más cercana o el suspiro de un elfo hembra, que son los más transparentes, seguro, pues hay quein dice que tienen la textura de las alas de las libélulas.
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