En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
viernes, 14 de septiembre de 2007
Nos informan de tantas cosas cada día que es como si no nos informasen de casi ninguna porque no da tiempo a procesar y si acaso hilvanamos con alfileres de aquí y de allá, para luego, con cierta calma, en soledad, somos capaces de archivar una parte mínima de lo que no sabíamos ni habremos aprendido a pesar de todo. Y a mí lo que me preocupa más es que muchos de esos libros que están en los escaparates de las librerías contendrán informaciones o historia, no velas o cuentos bien escritos e interesantes, pero ni siquiera nos enteraremos. Ni hay dinero suficiente, ni tiempo para leer cuanto se publica. En algún sitio creo haber escrito ya alguna vez, porque es cierto que me impresionó vivamente el hecho de que las grandes tortugas se reúnan a poner en lo más alto de playas inmensas, todas a la vez, con lo que los huevos se rompen casi todos al mismo tiempo y las crías bajan a miles, a trompicones, atravesando el para ellas inmenso desierto de la playa, camino de la mar. Allí están los pelícanos esperándolas, pero es tal la abundancia que los desconcierta, no saben cuál elegir, tienen un momento de vacilación que las pequeñas tortugas aprovechan para escapar. Habría que aprender a leer todavía más aprisa, aprovechar otras migajas de la noche, vencer la resistencia del sueño. Y aún así, subsistiría la última dificultad de que no habría dinero bastante para comprar tantos libros. O a lo mejor, como este mundo es como es, hay quien lo tiene, le sobra a espuertas, pero no le interesan los libros.
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