viernes, 28 de septiembre de 2007

El viejo pescador,
con su cesto y su caña, silueta
de la puesta de sol,
vigila sin duda a los peces. Sospecho
que los convoca y les cuenta
poemas y cuentos, viejas leyendas,
consejas.
Nadie le ha visto pescar nunca nada. El está,
perfil de sombra humana,
hilo de sueños
perdidos
en el agua,
vara alzada
para escribir poemas muy arriba, en lo azul
de otro mar paralelo donde otros peces luminosos
lo vienen
a escuchar.
El está en medio sin estar,
contándoles a unos las cosas de los otros.
Tal vez sea el reflejo, la sombra
del buen padre Dios.

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