En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
sábado, 1 de septiembre de 2007
Estuve en un blog de amigo, a punto de hacer un comentario. Borré todo y me vine a este rincón, apartado orilla del pensar como quien se hace un túnel a través de la opacidad aparente de la montaña, dentro de la cual van apareciendo las diferentes capas de distintos terrenos y materias, más o menos blandas, y los cursos de agua que fluye con poderosa fuerza de aparente milagro por y desde donde en principio parecería imposible. El comentario, que borré, atañía a la muerte y si comprendemos, nos solidarizamos con el dolor de un amigo o de un conocido y por qué acudimos a velatorios o exequias. Mi ya entonces anciana tía Tula solía decir con macabra sorna que cumplimiento viene, desde el punto de vista de una etimología macarrónica, de cumplo y miento a la vez, y es cierto que en muchas ocasiones acompañamos a los que quedan por mera razón de cumplimiento de un deber social. Pero otras no. Otras nos conmueve profundamente la muerte, sobre todo su fue súbita, de alguien conocido, o porque le teníamos afecto –muere un amigo y deja una herida, con posterior cicatriz irremediable, en el alma- o porque se lo teníamos a lo que deja de su entorno más o menos inmediato, que es quienes conocemos y la intensidad del dolor de los cuales podemos intuir, por más que no alcancemos a sentirlo a la vez, junto con ellos, como solemos mentirles que hacemos cuando los abrazamos con el propósito, que suele ser sincero y suerte de proporcionarles el mínimo consuelo de que nos toquemos para saber que todavía convivimos en la burbuja del mismo tiempo y el mismo espacio Porque lo cierto es que del misterio de la muerte, por instinto y afán de vivir, solemos tratar de apartarnos en seguida espantados, como si no fuera con nosotros, intentando negar, contra toda evidencia, que es precisamente lo que nos iguala con cuantos ya la padecieron y los que la sufriremos a lo largo del tiempo, sintiendo mediante su contacto, en qué consiste la comunión, de algún modo la comunidad de los santos, o, por decirlo de otro modo, la comunidad de los humanos.
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