viernes, 14 de septiembre de 2007

Deben estar a punto de llegar los hombrecitos verdes
de los planetas más lejanos de la galaxia,
porque la gente, en general, ha dejado de mirar al cielo.
Giran –decía Ionesco-
como animales en sus jaulas, ignorando,
deliberadamente, la hermosura
de las estrellas.
¿Será que tenemos miedo?

¿Y si son distintos,
retorcidos,
deformes
terroríficos
-me pregunta un amigo filósofo-
cómo vamos a arreglar cuentas con Dios?

Antes o después –le respondo-
creo y confío en que El nos dirá algo así
como el eco de su voz, que entiendo que es el viento
o es la luz.

Incluso puede que inspire a algún poeta, otra vez,
para que nos lo explique.
Sepamos o no entenderlo.

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