viernes, 25 de mayo de 2007

Además de un velero,
para cruzar la mar
hace falta valor. Valor para dejar que el viento
te saque
del puerto
hacia nadie ha sabido nunca dónde
que pueda
llevarte.

Es mentira que el astrolabio y el compás
te sirvan
para mantener el rumbo. Hay cosas mágicas,
en la mar,
que no sabe nadie.

Como el misterio de la Mary Celeste, como el Triángulo
de las Bermudas y como tantas
y tantas cosas sorprendentes
que mira como serán
que nadie
se ha atrevido nunca
a contárnoslas.

Hay quien dice que la mar es el palacio
donde cada tarde, con el morir
de cada atardecida
mueren todos los ríos del mundo,
incluso esos
tan tremendos, que, antes de morir,
apuñalan y envenenan a la mar
con la dulce
tentación
del sabor
de sus aguas de tierra y de sangre,
de sudor.

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