Tengo esta mañana un bosque,
la casita de mazapán, rodeada de setas
con sombrerillo rojo de pintas blancas,
tengo los árboles, y, en sus ramas,
todo un mundo de criaturas que se despiertan,
tengo la mañana, recién descubierta
por este rayo débil
de sol
que baja del collado como tanteando las cosas
antes de ponerles el color,
que va
recordando,
y de pronto tengo el rumor del agua viva, el canto
de ese pájaro, un chapoteo súbito, en el agua
del remanso,
y,
lejos,
una voz desconocida, de mujer,
que llama,
y ese nombre de ese desconocido a que la mujer llama,
al responder
es ya la humanidad toda,
que se despierta de nuevo sorprendida
de existir.
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