miércoles, 9 de mayo de 2007

El país más poderoso de la tierra en este momento, los Estados Unidos de América, como su propio nombre indica, hay un cierto número de estados unidos, pero con legislación diversa en algunos temas, algunos de singular importancia, por ejemplo, tengo entendido que unos mantienen en sus legislaciones penales la posibilidad de condenas de muerte y ejecuciones y en otros no. Hoy, sin embargo, no es la pena de muerte la que leo en las noticias que se ha aplicado a un joven de 17 años, que, en plena orgía juvenil y con videografiado consentimiento recíproco, mantuvo sexo oral con una moza de 15 años. Le condenaron a diez años de prisión, que al parecer está cumpliendo ya, pese a que también se añada que la legislación del mismo estado ha cambiado y los hechos ahora constituirían supuesto de mera falta con un año de prisión como previsión de castigo máximo.

Casi al mismo tiempo, otra noticia viene del otro extremo del mundo, acompañada de videogramas que acreditan ser cierto que una familia lapidó a lo largo de media hora que tardó en matar a una joven también de pocos años hace unos días en no sé que lugar de unas montañas perdidas en el mapa de otro país del segundo o del tercer mundo, por haberse enamorado e irse con su amado a otro lugar y a otra religión diferente de la de sus padres.

No es cierto que vivamos en un mundo civilizado. No está civilizado el mundo. Hay estrechas franjas de territorios donde se atisba lo que podría ser un mundo civilizado, justo y en paz, pero alrededor, al alcance de la mano, a escasas horas de vuelo del más sofisticado salón de la ciudad más moderna del país más supuestamente civilizado, están los restos y reliquias, los jirones de la niebla medieval, con mechones de barbarie primigenia.

A la vuelta de cualquier esquina, gentes de Neandertal, con las mazas preparadas –tal vez palos de béisbol, mazas de cricket convenientemente homologadas o simples y sencillos garrotes, están al acecho, vivas y coleando, amenazadoras. Y como el mundo somos todos, niego que esté civilizado y lo que me parece es gravemente enfermo.

Contra toda desesperanza, confío en que ha de tener curación.

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