miércoles, 16 de mayo de 2007

Salgo de casa. Mi casa, que es mi castillo, soy yo mismo. Salgo de casa, en la tartana de mi pensamiento, que duda si imaginarse lo que podría haber sido, tal vez aún puede, o si aventurarse por la añoranza. Casi nunca añoro lo que tuve, sino lo que podría haber tenido o una versión corregida de lo que decididamente no estaba para mí, pero también cabe que recorra caminos de los que no dan trabajo, te limitas, me limito a recordar y ya está. Lo malo de esta fórmula estriba en que resulta fácil meterse por las bifurcaciones, dudar y perderse en las encrucijadas, hasta que descubro que estoy metido en la añoranza de otra añoranza, a su vez perdida dentro de otra. Algo así como dormirse dentro de un sueño. Que luego vas saliendo de un sueño en otro hasta el final del laberinto, donde definitivamente pierdo el sentido y ensayo el vacío sideral, es decir, el sueño profundo, donde no hay sueños que soñar, ni miedo, ni ya nada de nada.

Pero empecé diciendo que salgo hoy de mi casa y leo que un arquitecto ha proyectado sacar la antigua fuente de las leyendas más viejas del lugar y ponerla en alto, al lado del río. Justo en esta esquina del río se desorientó un amigo de mis abuelos, se cayó y se mató en el río. Casi todos, de niños, de mozos, de viejos, vamos cayendo al río, a lo largo de la vida, porque el río tiene algún hechizo, seguro, que atrae hacia su agua viva, cantarina. El río es un mundo. Bajas y se te olvida, a mí por lo menos, que estoy en medio de la Villa. Huele a río, adquiere la trayectoria del agua una perspectiva inesperada. Bulle la vida en el agua, bajo las piedras, entre los cantos rodados, los hierbajos de los llorones, en el agua y fuera de ella, por donde los caballitos posan sus patas en la piel del agua y no tienen peso suficiente para hundirse, de modo que parecen patinadores minúsculos.

Las fuentes cargadas de leyendas no deben sacarse demasiado a la luz. O hay que ponerles hiedras, para que se entremezclen con las palabras y los viejos hechizos. Una fuene que la sacas de su hondura misteriosa, podría disolverse de pronto en el aire, convertida en cenizas de su recuerdo.

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