En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
martes, 15 de mayo de 2007
San Isidro Labrador. Dicen que los ángeles trabajaban de noche la tierra para que san Isidro descansara con santa María de la Cabeza, su mujer. Cae a mitad de mayo y Madrid, que al fin y al cabo también es un pueblo que duda si pertenecer a una Castilla o a la otra, celebra su fiesta el 15 de mayo. Leo en alguna parte que hace cuatro siglos escasos, se celebraban en los pueblos de España unas ciento cincuenta fiestas cada año, además de los domingos. Entre ellas, san Isidro Labrador, que, según el refrán pocas veces cumplido, “quita el frío y pone el sol”. Hay otra refrán, como casi siempre ocurre, disuasorio de que creamos el primero. Este otro dice que “hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo”. Y es frecuente comprobar que por san Fernando, que es el 30 de mayo, hay una especie de recordatorio del frescacho de la invernada aún reciente. Han salido ya, sin embargo, los osos de las oseras, ellas con sus crías recientes, y andan por los cortines, a la miel. También leo, tal vez leo demasiado, que algo les pasa a las abejas y que escasean. Malo para las flores, malo para la vida, que no polinicen como deberían, las maltrechas abejas del cambio climático, que dicen otros que no es para tanto y a ver a quién podemos creer los menos ilustrados, los de a pie, los que bastante hacemos con no pedir más, como Diógenes, que no nos quiten el sol. Me he pasado, creo, ¿queda alguien como Diógenes?
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