Cada nombre
tiene un rostro en el recuerdo. Subo
al piso más alto de la casa, al ático
de la memoria
y estáis
en la vieja galería, que hoy apenas me atrevo a recorrer
porque tengo miedo
de que algunos empiecen a desvanecerse.
Hay cada vez más estancias
cerradas,
cada vez más cuadros y más fotografías
de que el tiempo ha borrado los nombres.
Por eso,
temo
subir un día, abrir la puerta, entrar y que no queden más
que las estrellas,
dispersas,
mudas,
desperdigadas por el cielo, como huellas
del paso reciente
de algo muy numeroso
que se fue sin remedio.
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