En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
martes, 1 de mayo de 2007
Es fácil, es noticia, vende. Los malos son los buenos y viceversa. Un malvado señor, ancianito desdentado, artrítico cheperudo, algo bisojo y rengo, es sospechoso de haber mordido esta mañana en el parque a mi inmenso perro mastín. Tal parece que este país se haya reconvertido, que dicen ahora para convertir más, convertir y reconvertir, es decir, arar dos veces la misma tierra, hasta desmenuzarla bien, que no queden ni nada ni nadie, al fin y al cabo somos polvo, por más que digan los más optimistas y benévolos que polvo de estrellas. Dios coja confesado al guardia, mosso o ertzaina a que se le vaya la mano tratando de evitar que huya el que hasta ahora era malo, el caco, el del tirón, el del timo, pobrecitos todos, -odia el delito y compadece al delincuente-; Dios ayude al guardia, mosso o ertazaina a quien se le ocurra retorcer, malvado, el brazo tatuado del hasta ayer mismo malo que escala, rompe, rasga y si se tercia se lleva por delante a un par de viejecitos que se oponen a que se lleve lo que haya en casa y descampado, mejor haberlo dejado escapar para que vuelva mañana o regrese al futuro de otra alquería u otra residencia de algún despiadado capitalista prejubilado que había pensado disfrutar de la tranquila calma de la ancianidad en cualquier rincón boscoso, más allá de la carretera vieja; pero a quién se le ocurre lastimar al pobre chico que armado hasta los dientes penetra en la intimidad ajena en busca de aventuras y posibles riquezas ocultas, el tesoro de Alí Babá, el del pirata Barbarroja, el del pobre currante retirado que no tiene más arma que su bastón caído a los pies de la cama a la primera embestida de la bestia. Es fácil la noticia, desprestigia a unos esforzados guardianes de la tranquilidad, el orden y la paz por sueldos de que se reirían los políticos, según se va desvelando, demasiado ocupados en el esfuerzo de tratar de lograr que los inocentes no sean demasiado brutos al procurar defenderse de los bárbaros que nos nacen del ombligo mismo de la sociedad que hemos dado en articular entre todos y que vaya si han aprendido a utilizar los que hasta hace poco eran considerados malos para irse llevando por delante las barbacanas de las horrendas fortalezas de los que se tenían por buenos. Lo traen todo pensado, preparada la coartada, prevista la defensa, arma al brazo, con bala de plata en la recámara, para meterle mano a los pobres diablos que malviven los finales de sus vidas en un rincón de la ciudad alegre y confiada, inermes y sin más propósito que ir esperando a trancas y barrancas la muerte que viene. Ojo con interponer agentes de la autoridad en medio. Y menos de los duros, de los coactivos, violentos, que se atreven nada menos que a detener a la fuerza, poner las esposas y correr el riesgo de dañar las muñecas del pobre chico que ni se te ocurra sospechar que viene de mala fe, con su pasamontañas calado, las ganzúas en la mano y la pipa o el estilete punto, él también tiene derecho a la presunción de inocencia, al fin y al cabo puede que vaya o venga a un baile de disfraces organizado por su club. Ni se os ocurra pararlo.
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1 comentario:
En mi opinión Bosco, hay un largo camino entre utilizar la fuerza necesaria para reducir y retener a alguien peligroso y lo que nos está llegando por la televisión en estos días. Tres o cuatro agentes que golpean a una sola persona, sin casi espacio para propiciar nuevos golpes, en el higiénico cuarto de una comisaría, a la que el tipo llegó en principio sin necesidad de recibir un arañazo.
La paliza hasta la muerte de aquel infeliz, Galdeano. Porque debe quedarse en el cuartel sin poder ser detenido y por negarse.
Vivimos en un mundo de espaldas a hechos horribles, pero de cuando en cuando aparece una imagen que debe agitar conciencias. Que no las veamos no significa que no ocurran.
Es seguro que la ley está hecha para todos. Y a unos y a otros se les debe aplicar con todo rigor. Pero no le pidas al maleante que sea comedido en el daño. Aunque debemos exigir a quien nos protege que actúe proporcionalmente al daño que quiere evitar. Sino los unos y los otros terminarán confundidos. Y no sabremos diferenciarlos.
Abrazando.
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