miércoles, 2 de mayo de 2007

No sé si me importa menos que alguien rellene sus tetas de silicona o que hayan interrumpido abruptamente sus turbias relaciones don no sé quién y su barragana o que cuatro, dos a dos, entre maricas y lesbianas, se amen apasionadamente o hayan roto de idilio monotemático, pero ahí están la tele y varias revistas todas las semanas, colgadas, como el maíz del balcón del hórreo, de las paredes de los quioscos, por lo que supongo que tiene que haber una multitud interesada en semejantes banalidades. Son cosas suyas, de seguro importantes para todos los interesados, la señora del sostén mayor, los que van y vienen y tienen que recoger sus cosas de casa del otro, irse a comprar yodo para las heridas de los respectivos corazones y devolver las llaves para evitar la tentación del crimen pasional que van a perpetrar porque o eres mío o mía o de naide, así escrito, con énfasis apasionado: “¡de naide!”. Por fortuna, en casa, basta accionar un interruptor o el botoncito de hacer zapping del telemando del invento para que esos más afamados que famosos, sus turiferarios y epígonos, comentaristas y demás equipo, desaparezcan. Lo malo es que a cambio, salvo espectáculos que como el fútbol o tenis no lo permitan más que dentro de ciertos límites, aproximadamente una cuarta parte por desgracia creciente del tiempo la ocupan extensos, insoportables anuncios cada vez más rebuscados, tanto que ya va siendo en su mayoría donde en beneficio de la brillantez y la supuesta originalidad de la forma, se pierde la identidad de la sustancia, es decir, de lo que pretendía anunciarse. La gente, entre que me considero, seguimos la trama del anuncio, sin enterarnos de lo que pretende anunciar. Y cada vez es más difícil soportar una película, casi siempre repetida, que te entrecortan con una emisión alternativa de tandas de anuncios de un cuarto de hora, tiempo en que por fortuna, viene el sueño a aliviarme de males y me quedo dormido con tanta placidez en la butaca, que me cuesta trasladar mis viejos huesos a la cama, cuando entredespierto y permanezco entredormido a la semiluz de otra tanda de anuncios o de los improperios que fingen entrecruzarse un par de energúmenos en otro programa de los que decía por cualquier quítame allá esas pajas de su desgraciada falta de educación cotidiana, que casi seguro que divierte, por lo inusitado de su publicación, al respetable.

1 comentario:

A N A D O U N I dijo...

No podría estar más de acuerdo Bosquete. Además me he reído un rato.

Abrazos.