En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
lunes, 28 de mayo de 2007
Ayer fue dia de votar, votamos, y al parecer hemos logrado dar una gran alegría a los principales, o por lo menos más numerosos, contendientes, los representantes de los cuales así lo ponen de manifiesto con sendas expresivas sonrisas. El espectador que llevo dentro, sin embargo, advierte que unas sonrisas son abiertas y otras se contraen en un rictus que disimula el aceptable actor que es siempre cada político. No diré quiénes creo haber advertido que consideran haber perdido, puesto que lo sufren sin detrimento de la compostura de su gesto. Hay una acertada expresión de nuestra España, según la cual hay procesiones que van por dentro. Mejor así, puesto que satisfacen al cofrade y no molestan a sus adversarios. Para colmo se ha asomado el sol por encima de los todavía frecuentes nubarrones, y un vientecillo suave, que viene del suroeste, no deja que llueva. Se nota a la gente que de algún modo percibe que están ahí los meses en que suelen tomarse las vacaciones y hay una contagiosa ilusión, a la salida del invierno, como la de la salida del último examen del año. Era como estar vacío, pero a la vez ágil y dispuesto a explorar caminos. Ahora cada vez quedan menos caminos. El camino te lleva como de la mano, vericueto va y viene, y encuentras siempre cosas, personas y paisajes inesperados. Ahora hay autopistas. Hasta hace poco estaban trabajando frenéticamente en algunas próximas. Día y noche. Fabricando progreso, decían. Y los que fabricaban era más túnel a cielo abierto, en que te metes y no hay ni pueblos, ni paisajes ni gente. Olor a gasolina, velocidad –cada vez más relativa, porque si bien los coches corren más, son demasiados para el cauce y se entrechocan y matan o hieren con exquisita crueldad-, guardiaciviles para que no se corra, más olor a gasolina. Habrá niños, pienso que asocien las vacaciones al olor de gasolina, como antes las asociábamos al de madreselvas o al sabor del vino de arándanos o de moras, o, el más glorioso de todos, ese olor del mar, que es como una tentación de que salgas mar adentro a ver por dónde se pone el sol, dónde nacen los vientos o se forman las olas …
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