martes, 22 de mayo de 2007

Cada mañana es
como si hubiese limpiado todos los cristales de la solana y entrara el sol,
desnudo,
desparramándose sobre las cosas, inundándome,
es la hora de despreciar con suficiencia
los terrores nocturnos,
exterminados, como los dinosaurios, de un solo golpe, por la luz.
Cada mañana,
si no tuviésemos memoria,
si en efecto, nada hubiera ocurrido hasta hoy,
el buen padre Dios
estuviese ahora mismo creándome y haciendo
con su poderosa voz, el Universo todo,
tal vez ese todo fuera más bello,
pero no sería
humano.
Y a mí me gusta ser humano, vulnerable, que la vida
sea
mi aventura personal, compartida,
porque tengo un mensaje incomprensible,
que la armonía de la creación me repite,
un mensaje del buen padre Dios,
ese Dios que no entiendo, ni comprendo,
que ni siquiera puedo imaginar, pero sin duda me repite,
que la energía que mueve todo esto
es el amor
y por eso la historia del hombre, que es la mía
tiene que acabar bien, no sé cómo
ni nadie podrá nunca explicarme,
y por eso lo humano
linda por el sur
con la duda
incluso de la propia existencia.

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