Como habréis adivinado por el texto de ayer, hoy he hablado en público, poco, improvisando, para presentar a un amigo que él sí que ha ofrecido una conferencia a cuerpo limpio, sin ni siquiera una nota, con el público encandilado por sus palabras, sus tesis, sus novedades.
El conferenciante pertenece a la generación del menor de mis hijos. Son evidentemente diferentes. Han salido del valle en que vivíamos y se atreven a echarse a los caminos, en este caso los caminos del estudio, de la investigación, de la duda, con una gran y esperanzadora humildad por delante.
No dan nada por cierto, revisan y nos cuentan que el mundo ha cambiado. Como si no nos hubiésemos dado cuenta. No sólo se producen cambios climáticos. Se mezcal con ellos cambios de cosas y de conceptos. La sociedad está convertida en un gran caleidoscopio que gira vertiginoso y mezcla un raudal de colores en una imprevisible multitud de formas.
A los mayores nos cuesta entenderlo y más cuanto más aprisa mudan tantas circunstancias y tantas aseveraciones se renuevan, unas con sutiles matices diferenciadores, otras a lo bruto, sin dejar más que vago recuerdo de su soberbia.
El acto se celebró lejos y pasé a través del otoño dos veces. El sol, bajo, nos mandaba chorros de luz a flor de tierra y agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario