Los pueblos cambian, sus gentes, las costumbres. El recuerdo se pierde entre fotografías imposibles, de cosas destruidas y personas que se fueron y no regresan más que en sueños, a veces, parece que precisas, pero en realidad nada más que sus imágenes, contenidas en esa delicada materia de que están hechos los sueños, que cualquier ruido ahuyenta o no sé si disuelve en el aire antiguo, en que se distiende nuestra alegría de haber vuelto. Echas cuentas, yo lo hago, desde cualquier esquina, y te faltan detalles esenciales para reencontrarte con aquello que estuvo y es probable que no fuese mejor, pero eras tú, era mi yo de entonces, éste mismo y sin embargo tan diferente que llega a parecer incomprensible la conducta de entonces. ¿Por qué hice tal cosa, pensé tal otra, cometí tal estupidez? Seguro que hubo razones, o puede que un impulso seguido de cualquier nimiedad, o ahora lo parecería, que entonces fue tan importante, decisiva para eso que no debería haber hecho o para hacerlo de otra manera,
Cuanto tiene de privilegio haber sobrevivido, viene acompañado de la posibilidad de advertir que otros se equivocan donde yo y comprobar la exacta apreciación de Morgan, Charles Morgan, referida al hombre de genio o la mujer hermosa, que van por la vida, decía más o menos, cito de memoria, como veleros en medio de una tempestad, que compruebas que los va arrastrando hacia las rompientes del acantilado desde lo alto del que el observador contempla la escena, desalentado, sin poder hacer nada para ayudarles por más que los estime.
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