JUEVES, 4 DE OCTUBRE DE 2007
Hoy la he visto
-dice Bécquer en su rima-,
la he visto y me ha mirado,
y concluye: hoy creo en Dios.
Ahora, Gustavo Adolfo, te miran todas
fijamente, a los ojos
y Dios sigue existiendo, pero que yo lo crea
ya no depende de que ella
-ella viene, desenvuelta,
desconocida,
con su cintura grácil y el vuelo de la falta
flotando al viento, que,
el muy atrevido,
le toca sus hermosas piernas interminables-,
me mire
-ella es morena,
tiene los ojos negros, brillantes, expresivos,
con una pizca
de comprometedora picardía-.
La tarde es un repique de campanas.
¿Cómo es posible que haya quien descrea
que existe Dios, tan evidente.
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