Pase, señora, corra, huya … Es el ejercito con toda la prolicromidad de los uniformes, las cansadas botas apenas acabadas de bruñir, los recuerdos como cartas de amor, asomando en los bolsillos de las chaquetas. Es fiesta. Ahora, durante el otoño, salvo las de la vendimia y la esfoyaza, son fiestas tristes como adolescencias- La señora no ha huido, ni siquiera apresura el paso. Me confía: ¿Lo ve?. Aquél. Si, hombre, el más guapo, el que ve en medio del grupo que pasa. ¿No lo vio? ¿Qué le pasa? ¿Miope?
Me quedo dormido con la cabeza apoyada en las preguntas de la señora que me miró entre airada y sorprendida.
Han celebrado esta mañana una misa con la Virgen del Pilar presidiendo y gran parte del Ayuntamiento, con nuestro Alcalde, rodeados de guiardiaciviles, policíarmados y algún guardiamunicipal, que ahora no llevan varita de caña, como Quintín, el jefe sordo que, además, tocaba de oído en la Banda Municipal. Cuando nos perseguía airado por el pecado horrible de jugar al fútbol con una pelota de trapo, en la plaza de la Constitución, a veces nos tiraba la varita a las piernas para echarnos después mano al cogote o a una oreja y amenazar con llevarnos “al cuartón”. En el cuartón, según él, había ratas horribles, especializadas en comerse niños que jugasen mal, como nosotros, al fútbol. Porque encima, añadía socarrón, es que jugáis de mal …
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