En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
domingo, 28 de octubre de 2007
Hablar ante la gente es siempre un difícil compromiso. Debes tener algo que decir, saber decirlo y has de procurar que te escuchen. Cada cual, con estas tres cuestiones por delante, se arregla como puede. Hay quien ignora al público, es capaz de abstraerse, cuenta lo que trae preparado y se va y hay quien fija su atención en una sola persona, que puede ser distinta en cada tramo de la disertación y establece una especie de comunicación con ella, separándola así del resto del auditorio. Lo ideal es comunicarse con el conjunto de personas que tienes delante y que han venido todas a hablar contigo, pero también es lo más difícil, cuesta lograrlo. Cuando más, logras, a mí me pasa al menos, cuando lo intento, comunicarte con pequeños grupos, unos u otros según vas hilvanando tu discurso.
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