Imagino la luz
del tiempo fecundado
en el olvido de la eternidad,
cuando las palabras
sean planetas y nuestra mejor intención
tal vez el nacimiento de una estrella o la muerte
de otra galaxia.
Imagino la sensación de amanecer,
de la mano de cuantos he querido por una u otra razón,
me odiaron
o nos despreciamos cuando era tiempo aún,
fuera del universo, donde la luz carece de límites
y se recrea en plenitud constante.
Y todo desde este miedo
sin tregua,
que está en desequilibrio constante
en el borde mismo de la vorágine,
de este agujero negro
que late indiferente.
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