lunes, 29 de octubre de 2007

La memoria selecciona lo que le parece,
sin dar explicaciones,
y tiene sus caprichos y rincones principales
y sus agujeros negros, donde todo desaparece sin remedio,
camino
de sabe Dios qué otro mundo.

No recuerda lo que yo quisiera,
ni olvida precisamente aquello,
que, sin embargo,
puede que sea útil para comprender
con humildad
cada fracaso y lo acepte
como si fuese razón suficiente,
donde acaba
la razón
para la misericordiosa benevolencia del buen Dios.

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