La caravana, la santa compaña de los coches
ha salido de nuevo, en pleno día,
camino de ningún sitio, por cambiar de postura, buscando,
como quién busca, arqueólogo, las huellas
de la ciudad perdida,
como quien busca, historiados,
las del mono que dejó de serlo
y que ha venido, paulatinamente a convertirse en esto
que somos.
¿Y tú –pregunto al azar- a dónde vas?
Me dice que en busca
de la felicidad.
¿Y tú?
-te pregunto a ti, mi amor de cuando nadie tenía coche y los caminos
de la santa compaña
los usaban los viejos del lugar
para pasear al sol y quedarse
soñando junto al río,
escuchándolo, pensando este rumor
podría ser el eco
de la voz del buen Dios-
Tú te reíste. Sabías
que la felicidad
no era más que aquel miedo a perdernos,
olvidarnos,
a que el amor, de modo inexorable, igual que el viento
vaya y venga
nazca o muera
como un camino cualquiera.
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