domingo, 25 de noviembre de 2007

Antes, bajaba el aire dando tumbos
cada mañana,
bien temprano,
por el camino real,
venía empujando el sol,
acercándolo
a la soledad íntima de cada antojana vacía,
al agua transparente del arroyo,
a la corteza del árbol,
que ahora, en otoño, recién sepultada el alma bajo su raíz,
ni se esponja, parece
de piedra y luz,
de muerte, frío y silencio.

Ahora, el aire baja
como un reflejo de la luz primera
de cada rayo de sol recién nacido
en el filo
de un cuchillo recién afilado
de frío.

Ahora mismo,
con los pájaros todos dormidos y la calle
llena del tropel de niños
que llegan tarde a la escuela.

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