En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
lunes, 12 de noviembre de 2007
Sube y baja, cada sueño, cuando y como le parece. Sería bueno, digo yo, cada noche, al irse a dormir, poder escoger, como se hace con la cartelera de un cine, la película que se prefiere ver, el sueño que soñar. Sin exclusión de estrenos aleatorios e imprevistos, pero pudiendo por lo menos en algunas ocasiones, elegir de entre cierto número de sueños, para soñar esa noche. Vienen, los sueños, cuando les parece. Dios sabe qué viento los mueve por el mundo del subconsciente ese que dicen, ni con arreglo a qué disposiciones de un caótico ordenamiento jurídico sin corpus ni compilaciones posibles. Transita por ellos una multitud, en parte conocida, pero en otra sin nombre. Rostros y figuras como los que transitan por las calles peatonales de cada ciudad, enfrascados cada cual en lo que van pensando, proyectando y se ve que les cuesta atinar, como alguien que vuelve en sí, cuando paras a alguien y le preguntas por ejemplo una dirección, y su primer gesto es de dar un paso atrás, preguntándose ¿dónde estoy?, como alguien que sale de anestesia o de trance.
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