MIERCOLES 28 DENOVIEMBRE DE 2007
La ciudad está inundada de palabras,
deslumbrante de luz, agobiada
de prisa. No merece la pena correr. Llegaremos
demasiado pronto a la puerta de todos los cansancios,
que tal vez
sea ése en que duerme, bajo cartones, periódicos
y una vieja manta del ejército, alguien,
tal vez hombre, mujer
o nadie todavía.
Nadie se para a mirar, a comprobar si hay otro ser humano
en el rincón oscuro,
que olvido en seguida mientras me rodean:
¿qué va a comer?
¿y de bebida?
¿tomará postre?
¿café?
Alguien duerme y tal vez sueña, ahí afuera,
llueve temblor de estrellas, la luna
habrá perdido otro pedazo y aún sangrará ese icor
pálido
de su luz que no es luz. Me espera,
quiero volver cuanto antes, el cobijo
de mi valle.
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