Cada vez que leo otro nombre, hoy el tuyo,
que antes era el recuerdo de tu figura, el anticipo
de otra conversación llena de silencios,
tan expresivos,
a veces, como las más hermosas palabras,
que se callan para no estropearles los pétalos,
y que duren como el callado afecto;
cada vez que leo otro nombre, hoy el tuyo,
en la lista de los muertos del periódico,
me sangra la herida que en el alma se abre
cando muere el primero
de los viejos amigos de siempre,
y pienso que diste el paso,
que ya estás esperando en el cruce
de caminos
en que un día volveremos a estar juntos, como tropel de niños
vociferantes, corriendo
alrededor de la pelota de trapo;
has metido tu último gol
y los demás corremos a abrazarte.
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