-“Esto es real, ¿no? Quiero decir, antes era como una pesadilla, como un estado de flotación. Pero esto es real, como en las películas” (pag. 219 de la edición de 2007 de “El Ladrón de Arte”, de Noah Charney, editorial Seix Barral, Móstoles, Madrid)
Ha ocurrido, en alguna época, que lo real se desarrollaba en la pantalla del cine, y nosotros, a todo más, unos privilegiados, como Ortega, espectadores, Hoy ocurre más cerca, en casa, en la pantalla de la televisión, que era una ventanilla abierta al paisaje, pero ya ocupa un paño grande de pared, y con tendencia a seguir creciendo hacia la ideal pantalla interactiva del Gran Hermano, pero el de verdad, el imaginado por Orwell, hacia que se encamina el estado moderno, regla, reglamento, norma administrativa en mano y cada día que estallan como esas plantas de malahierba que en mi tierra llaman carbazas, que cuando llegan a sazón, explotan y dispersan su semilla, hasta invadir, si pueden, el entorno. Parézcanse, dice el señor preboste de la prebostería de esto y de aquello, ¿no ven que si no me obligan a dictar un reglamento para cada uno de ustedes? Y allá va, camino de la ferretería, a comprar tablilla y clavos y un martillo para clavar la nueva norma en los lugares de costumbre, para que el pueblo presumiblemente se entere de que hay una nueva ley que cumplir a rajatabla, porque su ignorancia no excluye de que tengas que cumplirla, según dice otra.
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