El horizonte no se acerca nunca,
espera,
tienta,
hay lugares y ocasiones en que incluso llama
con insistencia,
acucia,
engaña,
promete el país de los siete ríos, la fuente
de la eterna juventud,
el Jardín del Edén,
más allá, del otro lado
de la mar y de su tersa línea definitoria.
El nunca viene. Si acaso,
como emisarios,
manda las olas de la mar y el viento,
que viene
ululando a través de la noche, colándose
por los intersticios
de la luz de la luna.
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