sábado, 3 de noviembre de 2007

Asimilar la presencia del otro. Tanto como admitir que estos en el mismo espacio y al mismo tiempo con alguien semejante a mí, pero diferente, que ha buscado respuesta por caminos culturales distintos de los míos a las preguntas que considero fundamentales. Riszard Kapuszinsky, con quien coincido en grandes parcelas de opinión respecto del planteamiento de este asunto, da como posibles tres comportamientos, tan viejos como la historia: que nos enfrentemos, que tratemos de ignorarnos, que intentemos comprendernos y cambiar impresiones.

Donde era difícil el asunto de vivir, hemos pasado de curso, y ahora no se trata sólo de la convivencia de un grupo social como el nuestro, tan evidentemente necesitado de reorganización, sino de casarlo con otros grupos sociales compuesto de personas. Dice –según Kapuszinsky- Malinowsky que el reto se plantea con toda su crudeza cundo hay que preguntarse “¿cómo acercarse al otro, cuando no se trata de un ser hipotético, teórico, sino de una persona de carne y hueso que pertenece a otra raza, que tiene una fe y un sistema de valores diferentes, que tiene sus propias costumbres y tradiciones, su propia cultura?

No es una pregunta caprichosa. Está en el programa del curso actual de historia de la humanidad que nos concierne. Y en mi opinión es urgente prepararse a responder, es decir, a asimilar la presencia del otro para convivir con él, que me parece la única manera posible de que vivamos todos

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