-Arrezágate la falda, verdeluna.
-¿Para cruzar el río de la vida, ahora que es primavera?
-No. Para que yo te vea las piernas.
-¡Viejoverde!
-Si tú supieras la de recuerdos que un viejo como yo puede tener y tiene de tus piernas largas, morenas …
-¿Cómo vas a tener tú recuerdos de mis piernas?
-¡Ay, niña, si yo te contara, la de misterios de esta vida y de este mundo que no vas a entender nunca…!
Y se arremangó la saya –vete lejos, le dije, que si no el deseo no me deja verte las piernas de canela y perla, que disuelven, cuando te metes en ella, el agua en espuma y me río yo, contemplando la flexura, tras tu rodilla, de madame Chauchat, que el río te cuenta que te contarás historias y leyendas de la ribera, de las xanas que peinan, hadas al fin, sus melenas negrísimas y sus melenas rubias con los dedos de luz de luna-, se metió en el río, me acordaba del señor marqués, el de Santillana, cuando aquellos de las serranillas que le facían, de mañana, gana de la fructa temprana, se metió en el río, muerta de risa y todo el paisaje hizo vértice en el cabrillar de sus ojos negros …
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