Nos pasamos la vida levantando campamentos. Nada puede rehacerse, de lo ya hecho. Si acaso, corregir, si la ocasión se repite, las circunstancias son parecidas, pero ya son otra cosa, otro día, otra discusión, otro concepto. El telar no vuelve nunca atrás, Mi siguiente escrito, la próxima fotografía, el agua que pase bajo el puente, ya no serán los que forman parte de eso que llamamos pasado, pero nadie puede estar seguro de que no haya sido, en todo o en parte, lo mismo que es imaginación parte de lo que nos parece hallar en cada repaso de la memoria, un sueño. Por eso mienten tanto, sin duda de modo inconsciente, los autobiógrafos. Últimamente he dado en leer muchas autobiografías, en realidad memorias de gente de lo más variopinta, y biografías, que a esas lo que les pasa es que el biógrafo no suele ser imparcial e interpreta muchos de los gestos, de los actos y de los hechos del biografiado. A veces lo convierte en personaje de una que en parte es invención del biógrafo. Tiene eso la ventaja de que se ve al personaje desde perspectivas diferentes, hay ocasiones en que como ni habías soñado que pudieras verlo. Diferencia importante es que en la autobiografía se disculpa o se adorna al personaje, en gran número de supuestos incluso un niño precoz, mientras que en la biografía, donde puede ocurrir lo mismo, es más frecuente sin embargo que lo que se haga es quitar adornos. Lo que decía Miguel Ángel que él hacía con los bloques de mármol o de piedra: simple y sencillamente, quitarles lo que les sobraba.
En otro orden de cosas, observo que los socialistas están más satisfechos del resultado de las elecciones de lo que parece prudente, y los populares más decepcionados de lo que sus resultados justificarían. Ambos tienen, en mi opinión, a la vista, que la gente se ha partido en dos grandes grupos y que la situación pide a grito pelado un acuerdo entre ellos para resolver los dos o tres grandes problemas de Estado pendientes, sin perjuicio de que luego, una vez resueltos, se enfrenten todo lo que quieran en lo que se podría calificar de política cotidiana, rutinaria, que es la de los matices, los grises, la orfebrería, y a veces hasta el arte, todos imprescindibles para imaginar, proyectar, cimentar y construir la nueva sociedad que necesitamos para convivir los humanos tan estrechamente relacionados como ahora lo hacemos.
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