Ha pasado, esta noche, el viento,
y, cabalgando sobre él, unas nubes presurosas,
parpadeaban no sé si la noche o la luz,
éramos
de nuevo indefensos habitantes de la selva,
con los ordenadores apagados,
los relojes eléctricos perdidos
en un desconcierto de sombra y luz alternativas,
la oscuridad
ganando la partida a las farolas,
inundando
todo el paisaje polícromo de apagados anuncios. Quise
llamarte por teléfono, recobrar al menos tu voz,
saber que había alguien aún vivo, pero también él
habia
quedado
desesperanzadoramente mudo.
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