viernes, 7 de marzo de 2008

Tendría que haber varios canales de la televisión pública, esta que pagamos entre todos, a que poder huir y en que poder refugiarse cuando los demás, al parecer preferidos por una curiosa mayoría de telespectadores, convergen a contar, resobar, mirar desde muchas perspectivas las banalidades de personas seguramente respetables, pero sin el más mínimo interés para cualquiera que disfrute de sentido común, capacidad de pensar y un mínimo de sentido estético.

Respeto a quienes disfrutan con que les cuentes los ligues y separaciones de otros humanos, su buen o mal genio, que se han sobado, más o menos vestidos, con recíproco deleite, que quieren o no quieren tener hijos, que han quedado vinculados o desvinculados, preñados o quirúrgicamente recompuestos o definitivamente cambioencarados, que han grabado o dejado de grabar soportes que no añaden nada al ruido del silencio que se hace añicos a su paso.

Respeto también a cada protagonista de cada triste historia de cada uno de estos seres a que seguramente me parezco más de lo que me gustaría.

Pero suplico unos refugios, pido rincones donde se cuenten gratis cuentos fantásticos, se proyecten viejas películas amables y comedias sin mensaje, se exhiban documentales, nos podamos olvidar de los anuncios y esté permitido a los viejos y a los niños disfrutar en una especie de sendas clases de guarderías donde no vayan a perseguirles, respectivamente, las premoniciones y los recuerdos de los fracasos marginales de nuestra sociedad. -

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