jueves, 13 de marzo de 2008

Pasa la tormenta,
tuya, mía, de la mar, ¿qué más da?
queda roto y disperso el paisaje,
llora casi siempre alguien, otros se afanan
rebuscando ya las piezas, ordenando los colores,
restablecen a cada cual en el que consideran su sitio,
como si las cosas y los hombres pudieran clasificarse
de modo definitivo
para la fotografía, de momento inimaginable,
de la eternidad.

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