En realidad, he de confesar, que se trata de mis digresiones. Por eso, advierto que para cualquier curioso lector, podrían ser poco interesantes, intrascendentes, banales y hasta aburridas. Entonces -me pregunto- ¿para qué las escribes? Aún no he hallado respuesta para esta pregunta.
lunes, 3 de marzo de 2008
Dice Yasmina Reza (“El alba de la tarde o la noche”, Anagrama/Empúries) que “Sarkozy es un hombre brillante, capaz de alcanzar el poder, pero en las cosas del amor es tan tonto como el resto de los hombres”. Pienso que se equivoca, cuando dice que “es tan tonto como el resto de los hombres”. Sin perjuicio de que parezca cierto que desde el punto de vista de una mujer –hasta donde quepa generalizar-, siempre parecerá “tonto” el hombre, por enamoradizo. Por “volverse loco”, dejarse engañar en seguida por las sofisticadas artes femeninas. Tuve una vez una amiga, pienso que de veras, sin más mezcla de amor que tal vez esa inevitable sensación que produce de modo inexorable la relación con el otro sexo, y hablábamos y recuerdo que su en mi opinión acertada tesis pasaba por creer que los hombres, menos centrados y concentrados, más volátiles, apresurados, lo que pretenden es llegar cuanto antes a la relación sexual, sin pararse en barras formalistas, antes incluso de pararse a encender el amor, acto que es más bien conducta, lleva tiempo. El hombre piensa de buena fe haberse enamorado en seguida, y su amor, como todos, es también eterno mientras dura, pero se disuelve sin haber nacido casi nunca. Por eso parece haber caído –el “tonto”- en las redes adversarias, mucho antes de haberse enamorado en realidad. Cuando el amor se forja de ambos lados de la relación, es verdadero por ambas partes y recíproco, cosa que se advierte porque ya no es posesivo, sino recíprocamente generoso y pretende realizarse en la entrega al otro de lo necesario para que se sienta eso que decimos “feliz para siempre”, es también por ambas partes todo lo duradero que puede ser. De cualquier modo, podría tener razón Yasmina, y ser aquella conclusión nuestra que por cierto tenía entre las telarañas del desván una tontería o viceversa. Vale la pena considerar las probabilidades de ambas para tratar de acercarse a los suburbios de la verdad. Como suele ocurrir, y aún después nos quedará la duda razonable.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario