viernes, 7 de marzo de 2008

Visión estereoscópica de la capital, que ahora recorro más despacio porque me he hecho viejo, mira tú por dónde, todo llega, hasta la vejez, que viene renqueando y te contagia de tal modo que cuesta atravesar la calle antes de que quiten el hombrecito verde, sobre todo si te has cargado de libros en una de esas nuevas librerías, que son como bazares transparentes, sin misterio ni poesía, la poesía se refugia en cada esquina, donde gente de mirada triste, te mira pasar con envidia. He descubierto que en la mayoría de las encrucijadas hay alguien, y en algunas muchos, que te miran con mirada triste y con envidia, pero, si tú es hablas, se vuelven de espalda, sin contestar, o te responden con un exabrupto, Mucha gente cada vez más variopinta en su rareza. Como ese escribidor cuyo nombre omitiré, a que no comprendía hasta que releyéndole un texto reciente, descubrí lo que le pasa. Vive girando como un asno viejo en torno al pozo seco de su ombligo, incapaz de alzar la cabeza y ver que existe el mundo. Va despacio, dejando un bellísimo lendel, bordando palabras justas para componer hermosas frases, pero no advierte más que los cambios de color que a lo largo del día la diversidad de la luz finge con cada escorzo de sus gestos, El es todo su universo y me quedo pensando, con pena, lo bueno y bello que sería lo que escribiera si fuese capaz de salirse de la capsula en que la claustrofobia de su egomanía lo tiene encerrado, cautivo como un Segismundo incpaz de disfrutar del inesperado milagro de que las robinias se hayan llenado de hojas y el afilado viento del Guadarrama las esté bautizando, una por una, identificándolas para que delimiten la quietud del verano que viene, todavía un sueño.

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